Vivió lento y murió joven. La vida de Tanguito terminó demasiado pronto, a los 26 años de edad, y no dejó mucha obra. Sólo grabó un puñado de canciones que hicieron historia a pesar de no haber sido grabadas de manera oficial ni apropiada. Sin embargo es uno de los grandes mitos y leyendas del rock argentino,
Se lo conoce como Tanguito, pero su nombre real era José Alberto Iglesias y tuvo apodos tan insólitos como Ramsés VII, Donovan el Protestón, y Drago. Sin proponérselo, fue sembrando todos los elementos perfectos para convertirse en un mito.
La importancia de Tanguito se puede resumir apresuradamente en el hecho de haber sido coautor de La balsa, el tema que compuso junto a Litto Nebbia y que grabaron Los Gatos en el su álbum debut de 1967, que se convirtió en el primer gran hit del rock argentino.
Fue la canción que hizo rodar al movimiento under que creció bajo el influjo de los Beatles y le dio voz a una generación. Fue el éxito que empujó a las discográficas a firmar artistas similares.
Pero limitar el valor de Tanguito a una coautoría es quedarse cortos. Fue uno de los creadores de la manera de cantar rock en castellano, tan importante como Moris, Nebbia o Javier Martínez. En esa primerísima camada de músicos que frecuentaban lugares legendarios como la Cueva o la Perla de Once, Tanguito se ganó un lugar a fuerza de intuición y algunos momentos de verdadero brillo, que lamentablemente no quedaron registrados.
De ese entusiasmo inicial, Tanguito llegó a dar una prueba en una prueba en una compañía discográfica y así salieron dos simples con su banda Los Dukes, en 1963 y 1964. No tuvieron repercusión alguna y solo se los menciona cada tanto cuando se reconstruye su vida rastreando las pocas miguitas de pan que Tanguito fue dejando en su andar.
El siguiente simple salió en 1967 y ya se enmarca en la prehistoria del rock argentino, ya que se trata de un disquito con un tema compuesto junto a Javier Martínez y otro con letra de Pipo Lernoud. Pero las discográficas no tenían en claro de qué se trataba el rock, y tanto El hombre restante como La princesa dorada quedaron opacadas por un arreglo orquestal demasiado comercial y convencional.